LAS CASAS VERDES
Subía por aquel camino…pero no lo encontraba, percibía el olor que se hacía a veces insignificante, pero nada.
Vio moverse las hojas de un arbusto que se encontraba a su derecha y sonrió.
Se acercó sigiloso y ¡sorpresa!
Sorpresa la suya, se encontró ante una niña que le contemplaba detrás de sus enormes y oscuros ojos.
-¿Quién eres?-le preguntó-¿te has perdido? –
La pequeña asintió sin soltar el montón de frutas que tenía abrazado sobre su falda.
Asha extendió su mano y la calmó
-no te preocupes, yo te guiaré hasta el pueblo de nuevo.
-Me llamo Iria-le contestó una vocecita-recogía frutas y sin darme cuenta me alejé y me perdí.
-Hace una tarde preciosa Iria
–exclamó Asha- buscaremos un poquito más a mi mascota Papúa y si no aparece antes de que
Anochezca, nos iremos hacia el pueblo, que el regresará solo…espero
-Contestó Asha con un hilillo de voz.
Los rayos de sol desaparecían y no había ni rastro de Papua.
-Tendremos que irnos ya- susurro Asha mirando a su alrededor, nada convencido de que Papua, su pequeño zorrillo, regresara.
-Busquemos un poquito más- le increpó Iria alejándose por el camino de la derecha, voceando:
-¡Papuaaa! ¡Papuaaaa! –
El camino por el que Iria se alejaba acababa tres km. Después: en la entrada del pueblo de las Casas Verdes. A Asha no le gustaba pasar por allí, no sabía por que razón. Pero esas gentes le hacían sentirse inquieto y amenazado.
Nunca habían provocado ningún altercado en el pueblo pero sus gentes preferían mantenerse alejados de ellos, de los habitantes de las Casas Verdes.
Iria continuaba llamando al zorrillo, ahora más bajito
- Papuaa…Papuaa….
Asha estaba triste y se sentó en una roca junto al camino, cabizbajo.
-No te preocupes Asha- le sorprendió Iria a la que imaginó más alejada- preguntemos al bosque-
-¿Al bosque? – contestó Asha con los ojos muy abiertos
-El nos ayudará – contestó Iria muy segura.
-Eso son cosas de los cuentos- sonrió Asha ante la imaginación de la niña.
Pero Iria se dirigió hacia un enorme árbol que se encontraba frente a ellos y con sus pequeños bracitos le abrazó y le habló:
-Hola, viejo árbol, ¡que precioso eres! ¿me ayudarías a encontrar al zorrillo Papua que se nos ha perdido?.
Los ojos de la niña brillaban amorosos y Asha contemplaba la escena sorprendido.
Mientras tanto, ya no eran los rayos del sol, sino la luz de la luna la que iluminaba sus figuras y las siluetas de los árboles de ese lugar tan hermoso, que de pronto a Asha le pareció tan distinto a otras veces….
Se hizo un extraño silencio en el bosque…
Y Asha fue testigo de algo sorprendente y maravilloso:
Primero fue el viejo árbol…después a su lado la encina , luego el grandioso roble…así hasta contemplarlos a todos… irradiando una luz blanca y hermosa como jamás había visto antes…
Iria sonreía feliz y tranquila como si esa escena para ella fuese lo mas natural… cada uno de sus dias.
Con su luz, los árboles, las plantas y las flores indicaron un camino que la niña y tras ella Asha fascinado…seguía.
Iria se detuvo y tras la maleza comenzó a dar saltos y grititos de alegría.
¡Aquí está ¡aquí está!
¡Papua!-exclamó Asha- ya pensé que no te volvería a ver.
El pequeño zorrillo estaba atrapado entre unas zarzas que Iria y Asha fueron apartando ayudados por unas ramas.
Con Papua entre sus brazos emprendieron el regreso a casa
… Las primeras luces…de las casas verdes…
… Asha apretó a Iria junto a su cuerpo…protegiéndola con su brazo…
La pequeña hachó a correr… hacia una silueta que se dibujaba expectante…en la puerta de la primera casa…abrazándose a la sombra.
La oyó gritar:
-¿Gracias Asha! ¡Adiós Papuaaa!..... ¡hasta mañana!-
María Jesús Obeso
14-10-2006
Subía por aquel camino…pero no lo encontraba, percibía el olor que se hacía a veces insignificante, pero nada.
Vio moverse las hojas de un arbusto que se encontraba a su derecha y sonrió.
Se acercó sigiloso y ¡sorpresa!
Sorpresa la suya, se encontró ante una niña que le contemplaba detrás de sus enormes y oscuros ojos.
-¿Quién eres?-le preguntó-¿te has perdido? –
La pequeña asintió sin soltar el montón de frutas que tenía abrazado sobre su falda.
Asha extendió su mano y la calmó
-no te preocupes, yo te guiaré hasta el pueblo de nuevo.
-Me llamo Iria-le contestó una vocecita-recogía frutas y sin darme cuenta me alejé y me perdí.
-Hace una tarde preciosa Iria
–exclamó Asha- buscaremos un poquito más a mi mascota Papúa y si no aparece antes de que
Anochezca, nos iremos hacia el pueblo, que el regresará solo…espero
-Contestó Asha con un hilillo de voz.
Los rayos de sol desaparecían y no había ni rastro de Papua.
-Tendremos que irnos ya- susurro Asha mirando a su alrededor, nada convencido de que Papua, su pequeño zorrillo, regresara.
-Busquemos un poquito más- le increpó Iria alejándose por el camino de la derecha, voceando:
-¡Papuaaa! ¡Papuaaaa! –
El camino por el que Iria se alejaba acababa tres km. Después: en la entrada del pueblo de las Casas Verdes. A Asha no le gustaba pasar por allí, no sabía por que razón. Pero esas gentes le hacían sentirse inquieto y amenazado.
Nunca habían provocado ningún altercado en el pueblo pero sus gentes preferían mantenerse alejados de ellos, de los habitantes de las Casas Verdes.
Iria continuaba llamando al zorrillo, ahora más bajito
- Papuaa…Papuaa….
Asha estaba triste y se sentó en una roca junto al camino, cabizbajo.
-No te preocupes Asha- le sorprendió Iria a la que imaginó más alejada- preguntemos al bosque-
-¿Al bosque? – contestó Asha con los ojos muy abiertos
-El nos ayudará – contestó Iria muy segura.
-Eso son cosas de los cuentos- sonrió Asha ante la imaginación de la niña.
Pero Iria se dirigió hacia un enorme árbol que se encontraba frente a ellos y con sus pequeños bracitos le abrazó y le habló:
-Hola, viejo árbol, ¡que precioso eres! ¿me ayudarías a encontrar al zorrillo Papua que se nos ha perdido?.
Los ojos de la niña brillaban amorosos y Asha contemplaba la escena sorprendido.
Mientras tanto, ya no eran los rayos del sol, sino la luz de la luna la que iluminaba sus figuras y las siluetas de los árboles de ese lugar tan hermoso, que de pronto a Asha le pareció tan distinto a otras veces….
Se hizo un extraño silencio en el bosque…
Y Asha fue testigo de algo sorprendente y maravilloso:
Primero fue el viejo árbol…después a su lado la encina , luego el grandioso roble…así hasta contemplarlos a todos… irradiando una luz blanca y hermosa como jamás había visto antes…
Iria sonreía feliz y tranquila como si esa escena para ella fuese lo mas natural… cada uno de sus dias.
Con su luz, los árboles, las plantas y las flores indicaron un camino que la niña y tras ella Asha fascinado…seguía.
Iria se detuvo y tras la maleza comenzó a dar saltos y grititos de alegría.
¡Aquí está ¡aquí está!
¡Papua!-exclamó Asha- ya pensé que no te volvería a ver.
El pequeño zorrillo estaba atrapado entre unas zarzas que Iria y Asha fueron apartando ayudados por unas ramas.
Con Papua entre sus brazos emprendieron el regreso a casa
… Las primeras luces…de las casas verdes…
… Asha apretó a Iria junto a su cuerpo…protegiéndola con su brazo…
La pequeña hachó a correr… hacia una silueta que se dibujaba expectante…en la puerta de la primera casa…abrazándose a la sombra.
La oyó gritar:
-¿Gracias Asha! ¡Adiós Papuaaa!..... ¡hasta mañana!-
María Jesús Obeso
14-10-2006