miércoles, 31 de marzo de 2010

SER


Existen diferentes maneras de ...estar "preso: teniendo como fin de tu día a día los logros materiales,


o estando a cada momento pendiente de tu actividad interna


Tu ansiedad por lograr un estatus, una casa que reuna este y aquel requisito(siempre faltan cosas),


dinero...o el camino hacia la iluminación o la sabiduría...son hilos sutiles del un mismo "tejido".


Otro papel, diferente personaje...que camuflan una misma "creacción" inconsciente...que te mantiene prisionero.


El ser que espera un resultado, ya sea material pero también el espiritual....en realidad, ansía un "lugar seguro"


....donde encontrarse a salvo....de"su miedo"


...Obtener reconocimiento, pertenencia.....algo con lo que ser reconocido.


...¡Qué cansancio!.....así todo el dia se convirte en un esfuerzo: Una prueba o una lección


...un"estar en vilo" interminable,


donde nada es prfecto, por que siempre queda algo por conseguir.


Habitando en un deseo permanente


Esperando...una ganancia ....un beneficio interno o externo...que coloca nuestro logro siempre en el futuro


.....por que el presente siempre es incompleto y dependiendo siempre del resultado


Es de ese lugar del que surge el conflicto...que muchos intentan "sanar" con autodisciplina, discriminación:


¿qué me gusta y qué no me gusta?....para "habitar" en el primero.


Pero la vida....es ¡para vivirla...plenamente.!


....sin luchar....


....saliendo de este conflicto interno permanente....


haciéndose plenemente conciente de que existen dos polos en tu interior:


Uno que "desea"...y otro que "desea no desear"


Dos caras de la misma moneda.


....Convirtiéndose en observador....sin represión ....siendo consciente pleno del momento


y el sentimiento presente.


Así el conflicto irá cesando....y naciendo...el Hombre Nuevo


Disfrutando con naturalidad de cada instante, de la magnitud y la mágia que se encuentra


detrás de cada vivencia.


....Haciendo de cada respiración de vida algo transcendente...


Que te haga llenar tus pulmones de aire, ...cerrar tus ojos echándo hacia atrás tu cabeza


extender tus brazos....y esbozar una sonrisa.




MªJesús Obeso

ACEPTAR TU LUZ







ACEPTAR TU LUZ


El problema de la falta de autoaceptación no está de ningún modo limitado a las "negaciones". Pueden asustarnos tanto nuestras virtudes como nuestros defectos; puede asustarnos tanto nuestro genio, pujanza, emoción o belleza como nuestra vacuidad, pasividad, depresión o falta de atractivo. Nuestras desventajas plantean el problema de la Ineptitud; nuestras ventajas, el desafío de la responsabilidad.
Puedo negarme a aceptar mi sensualidad; puedo negarme a aceptar mi espiritualidad. Puedo rechazar mi pena; puedo rechazar mi alegría. Puedo reprimir el recuerdo de acciones de las que me avergüenzo; puedo reprimir el recuerdo de acciones de las que me enorgullezco. Puedo negar mi ignorancia; puedo negar mi inteligencia. Puedo negarme a aceptar mis limitaciones; puedo rehusarme a aceptar mis potencialidades. Puedo ocultar mi flaqueza; puedo ocultar mi fortaleza. Puedo negar mis sentimientos de odio hacia mí mismo; puedo negar mis sentimientos de amor por mí mismo. Puedo fingir que soy más de lo que soy; puedo fingir que soy menos de lo que soy. Puedo menospreciar mi cuerpo; puedo menospreciar mi mente.
Nuestros puntos fuertes o virtudes pueden hacernos sentir solos, alienados, marginados del grupo, blanco de la envidia o la hostilidad, y nuestro deseo de pertenencia puede superar cualquier deseo de realizar nuestro potencial más elevado. Es bien conocido, por ejemplo, el caso de muchas mujeres que asocian un alto nivel de inteligencia o de realización con la pérdida de la feminidad. Puede ser necesario un gran coraje para estar dispuesto a admitir, aun en la intimidad de nuestra mente: "Yo puedo hacer cosas que otros no parecen capaces de hacer." O: "Soy más inteligente que el resto de mi familia." O: "Soy sumamente atractiva." O: "Exijo de la vida más que los que me rodean." O: "Yo veo más profundamente y con más claridad".
Recuerdo a una joven que vino a pedirme tratamiento hace mucho tiempo. Florencia, de veinticuatro años, tenía el rostro de un ángel y hablaba con el vocabulario de un estibador. Había probado todas las drogas que yo conocía y algunas de las que nunca había oído hablar. A los dieciocho años dormía en el sótano de un club estudiantil, donde le daban comida y techo a cambio de sus servicios sexuales. En ese momento se ganaba la vida trabajando como camarera. El azar hizo que cayera en sus manos mi libro The Psychology of Self Esteem; se sintió interesada y me llamó al consultorio para concertar una cita.
Hizo todo lo que pudo para no gustarme, pero me gustó. Yo estaba convencido de que, bajo una capa de corrupción, ella escondía a una persona extraordinaria. Recuerdo cuando, mediante la hipnosis, la hice retroceder hasta cierto día de su pasado, en la escuela secundaria. Comenzó a sollozar. El profesor hacía preguntas al azar a diversos alumnos. La oí susurrar: "Por favor, Dios mío, haz que si me pregunta a mí, yo no sepa la respuesta". Le pregunté:

"¿Por qué?" Y respondió: "Porque te odian. Si sabes mucho te odian. Te odian si eres demasiado Inteligente".
Pero ella no sólo tenía una inteligencia fuera de lo común. De chica era muy alta para su edad, físicamente fuerte, e inusualmente bien proporcionada. Practicaba casi cualquier deporte mejor que la mayoría de los muchachos, con gran enfado y humillación por parte de sus hermanos mayores, que le pegaban, la ridiculizaban y la atormentaban. Sin mirar los libros, obtenía muy buenas calificaciones. En el pueblo donde vivía no había nadie como ella, nadie con quien pudiera hablar. Se sentía odiada por su familia, y odiada por sus virtudes, no por sus defectos.Al llegar a la adolescencia empezó una autodestrucción sistemática, como venganza contra su familia y, al mismo tiempo, como grito de socorro.
Un día, durante la terapia, después de seis meses de trabajo, se enfadó muchísimo conmigo. Como no podía explicar sus motivos, la invité a practicar la técnica de completar oraciones: Lo malo de usted, Nathaniel, es...
¡Que cree en mí!.
¡Que se niega a verme como una persona corrupta!.
¡Que me hace sentir mi dolor!.
¡Que me hace sentir que hay esperanza!.
En aquel momento estaba llorando, y refunfuñando a la vez. Prosiguió: -¡Que me hace creer en mí misma!.
-¡Que me devolvió a la vida!.
-¡Que no me ve como me ven los otros!.
-¡Le odio!.
-Ahora lloraba sin ningún control...
-Esto es tan difícil... -repetía entre sollozos una y otra vez.
-¿El qué?.Me miró con los ojos temerosos y a la vez esperanzados de un animal salvaje.
-Admitir que lo que usted ve está ahí. Que usted tiene razón, que yo soy inteligente, que soy especial, que soy buena.
Aun ahora, casi dos décadas después, ese momento ha quedado grabado en mí como uno de los más grandes premios de mi carrera de psicoterapeuta: el momento de ver a un ser humano reuniendo el coraje suficiente como para admitir y aceptar sus propios méritos.Dieciocho meses después de empezar la terapia, Florencia estudiaba creación literaria en la Universidad de California. Unos años más tarde, ya casada, se ganaba la vida como periodista.La encontré un día por casualidad en la calle, diez años después de la terapia; quizás no la habría reconocido, si ella no se me hubiera acercado a saludarme con gesto jovial. Iba bien vestida, y se la veía segura de sí misma, sonriente y alegre, en apariencia ya ajena a toda aquella tragedia que había vivido.
-No sé si usted se acuerda de mí, pero yo sí me acuerdo de usted.
-Yo dudé un momento.
-Usted es... ¿Florencia?.
-Claro. Soy yo.
-¡Qué alegría verla!.
-¿Sabe quién es usted, Nathaniel?.
-¿Quién soy?.
- Es la persona que se negó a verme como una vagabunda y una prostituta. Usted me vio como alguien especial. Y me hizo verme así. ¡Dios, a veces lo odié tanto!. Aceptar quién era yo, quién realmente era... fue lo más difícil que tuve que hacer en mi vida. La gente siempre habla de lo difícil que es aceptar los propios defectos; alguien tendría que hablar de lo difícil que puede ser aceptar nuestras virtudes.
A veces el camino hacia la autoestima es solitario y temible. No podemos saber cabalmente y de antemano cuánto más satisfactorias resultarán nuestras vidas. Pero cuanto más dispuestos estemos a experimentar y aceptar nuestros muchos aspectos peculiares, más rico se volverá nuestro mundo interior, mayores serán nuestros recursos, y más aptos nos sentiremos para afrontar los desafíos y oportunidades de la vida. También es más probable que descubramos -o creemos- un estilo de vida que se adapte a nuestras necesidades individuales.
Extraído del Libro "Como mejorar su autoestima" de Nathaniel Branden





martes, 30 de marzo de 2010

MANTRAS





Definición
Los mantras son palabras o frases (no rezos) generalmente en sánscrito, que se recitan en voz alta o bien de manera interna, de forma rítmica y repetitiva como objeto de la meditación.
Mantra es sonido, vibración. Todo en el universo vibra y Tú vibras. Los sabios que conocieron el principio del sonido crearon los mantras de interiorización, porque conocían el poder que yace detrás de la palabra.
La palabra mantra proviene del sánscrito man, que significa mente, y tra que tiene el sentido de protección, y también de instrumento. Los mantras son recursos para proteger a nuestra mente contra los ciclos improductivos de pensamiento y acción. Aparte de sus aspectos vibracionales benéficos, los mantras sirven para enfocar y sosegar la mente. Al concentrarse en la repetición del sonido, todos los demás pensamientos se desvanecen poco a poco hasta que la mente queda clara y tranquila.
El mantra es el vehículo que nos conduce hacia nuestra esencia y cuando nos conectamos con esa fuente inagotable de energía en meditación profunda, experimentamos que "El que repite el Mantra", "El Mantra" y "Su fuente", es uno solo, es nuestro propio sonido, la vibración del ser.

¿Cómo funcionan?
Los mantras emplean un canal subliminal pero con intenciones benéficas. No es necesario intelectualizar el "significado" o la simbología del mantra para que su sonido ejerza sus efectos sobre nosotros. El ritmo sonoro funcionará en el plano inconsciente y acabará por saturar los pensamientos conscientes, lo cual a su vez, afectará a los ritmos. De hecho parte de la magia del mantra consiste en que no se debe reflexionar sobre su sentido, pues sólo así trascenderemos los aspectos fragmentarios de la mente consciente y percibiremos su unidad subyacente.
La repetición consciente del mantra utiliza el sonido como vehículo que nos conecta con los chakras superiores del exterior del cuerpo, porque no hay manera de acceder a ellos por medio de la lógica. El sonido lleva una cierta frecuencia y el cuerpo la reconoce.
A lo largo de la repetición del mantra la información que contiene el mismo se desvanece quedando solamente el efecto sonoro y tranquilizador en nuestra mente.
No hay que pensar activamente en el significado gramatical del mantra (si es que lo tiene). Si se conoce el significado de alguna de las palabras, es posible que nos remita a ciertas ideas. Esas asociaciones tendrán un efecto en nuestra mente y su sentido se irá haciendo más profundo cada vez, conforme lo exploremos fuera de la meditación.
Meditación con Mantras
La meditación con mantras consiste en antiguas vibraciones creadas a partir de los sonidos internos que los grandes yoguis percibieron dentro de sus mentes y cuerpos, basados en las corrientes internas sutiles de los Chakras, los Nadis y la Kundalini.
La práctica se hace principalmente de dos maneras: la primera se llama "Japa Mantra", se utiliza un collar de meditación de 108 cuentas hechas de Sándalo, Tulsi o semillas de Rudraksha, las cuales tienen propiedades curativas y relajantes. "Japa" quiere decir "repetición", y "Mala" quiere decir "collar". "Japamala" significa "collar de repetición". Este collar no debe ser nunca confundido con un "rosario católico, ortodoxo o árabe", ya que el "rosario" tiene una antigüedad de 1.500 años en cambio el "Japamala" tiene una antigüedad de 6.000 años.
La práctica de "Japa mantra" debe hacerse -en lo posible- con una frecuencia diaria: en la mañana temprano al levantarse y en la noche antes de dormir: sentarse en una posición con las piernas cruzadas y la espalda derecha. Si es necesario se puede apoyar la espalda. Si duelen las piernas pueden sentarse en una silla. El collar de meditación se toma con la mano derecha y se pone sobre la rodilla derecha (aunque sea zurdo). La mano izquierda se apoya relajada o con un mudra sobre la rodilla derecha. Los ojos cerrados. Cada una de las 108 cuentas del collar se van pasando hacia adelante con los dedos: pulgar, mayor y anular de la mano derecha. Nunca se deben usar los dedos índice ni meñique ya que estos están conectados con las energías del ego y la inercia. El collar de 108 cuentas tiene un "Penacho" que representa "la cabeza", por lo tanto, al llegar con los dedos a ese punto, no se debe atravesar ni pasar por encima, sino que, hay que volver hacia atrás, en el caso de que se quiera, dar más de una vuelta.
La segunda forma importante de usar los mantras se llama "Ajapa-japa". Consiste en la repetición constante y espontánea, en todo momento y en cualquier lugar. También, en este caso, el mantra ideal es "So-Jam". Cuando no estamos trabajando o estudiando, la mente se queda ociosa divagando y pensando en problemas y cosas que nos preocupan y tensionan. En ese momento es, cuando resulta indispensable y útil, practicar con "Ajapa-japa" y así evitar el vagar de la mente, creando un estado de concentración y atención más estable.